
Mabel nunca imaginó que un vuelo a Polinesia sería el comienzo de un giro radical en su vida. Durante el trayecto, y movida por una curiosidad inocente, desbloqueó el teléfono móvil de su marido mientras él dormía. Sin embargo, lo que encontró en la pantalla no era nada inocente: descubrió que su esposo le había sido infiel. La sorpresa y la rabia la desbordaron, y en un ataque de desesperación, comenzó a confrontar a todos los pasajeros a bordo. La situación se salió de control rápidamente, y lo que parecía un pequeño altercado se convirtió en un caos total, generando pánico en el avión y obligando a los pilotos a realizar un aterrizaje de emergencia.
El problema de Mabel no terminó al aterrizar, pues lo peor estaba por llegar. Al regresar a Madrid, se encontró con una realidad inesperada: su «gesta» había sido grabada por otro pasajero y, en cuestión de horas, se había hecho viral en las redes sociales. En un abrir y cerrar de ojos, Mabel pasó de ser una persona común a convertirse en #lalocadelavion. La viralidad de su reacción tuvo consecuencias inmediatas y devastadoras. Primero, fue despedida de su trabajo; luego, perdió su hogar, sus amigos, e incluso su relación. Pero lo más doloroso de todo fue que también perdió su privacidad. Su nombre y su rostro eran ahora reconocidos por miles de personas, y su vida personal quedó expuesta al escrutinio público.
El fenómeno de la viralidad había destruido todo lo que Mabel había conocido, dejándola en un vacío emocional y social. La situación la obligó a enfrentar un desafío aún mayor: intentar recuperar lo que había perdido, pero sin poder escapar de las huellas digitales que quedaban de su accionar impulsivo. Sin embargo, el camino para volver a reconstruir su vida no sería sencillo. La imagen de Mabel como una mujer fuera de control, perdida en su rabia y desesperación, la perseguiría por mucho tiempo.