
Desde 1978, Lidia Muñoz ha construido su vida en Barcelona, lejos del horror que la obligó a huir de Argentina. Como tantas víctimas del golpe militar que sumió al país en una dictadura feroz, se vio forzada a tomar la difícil decisión de abandonar su hogar. En aquel entonces, embarazada de su única hija, Valeria, logró escapar de un intento de secuestro y desaparición forzada, encontrando refugio en España. Aunque el tiempo le permitió reconstruirse, la sombra de su pasado nunca la abandonó por completo. Ahora, más de cuatro décadas después, la historia vuelve a alcanzarla con una citación del Ministerio de Justicia argentino.
El documento que recibe le informa que ha sido llamada a declarar en el juicio por la desaparición de Oscar Medina, su novio de juventud y padre de su hija. Oscar fue una de las miles de víctimas de la represión sistemática del régimen y su paradero sigue siendo un misterio. La noticia remueve viejas heridas y la obliga a enfrentarse a recuerdos dolorosos. Durante años, ha intentado mirar hacia adelante, pero la deuda con el pasado sigue latente. Ahora, testificar en el juicio se presenta como una oportunidad para reivindicar la memoria de los desaparecidos y contribuir a la búsqueda de justicia.
Desde la reapertura de los juicios contra los responsables de crímenes de lesa humanidad, Argentina ha avanzado en la investigación de casos como el de Oscar. Para Lidia, testificar no es solo una obligación legal, sino un acto de resistencia y dignidad. Su testimonio podría aportar detalles cruciales sobre aquellos años oscuros en los que el miedo y la violencia marcaron la vida de miles de personas. Más allá de su historia personal, representa a una generación que se vio forzada al exilio y que, a pesar del tiempo y la distancia, sigue luchando por la verdad.
El viaje de regreso a Argentina es mucho más que un traslado físico; es un retorno a un pasado que sigue reclamando respuestas. Lidia enfrenta sentimientos encontrados: la angustia de revivir la pérdida, la esperanza de aportar a la justicia y la posibilidad de cerrar un capítulo que ha permanecido abierto por demasiado tiempo. Enfrentarse a la verdad no es fácil, pero es un acto de valentía. Su testimonio no solo busca justicia para Oscar, sino también dignificar la memoria de quienes, como él, fueron silenciados. Su historia es la de muchos, y su lucha, un recordatorio de que el pasado no se olvida, sino que se enfrenta con dignidad.