
En lo más profundo del continente africano, un remoto campamento en Zaire (actual República Democrática del Congo) se convierte en escenario de una tragedia silenciosa. Un virus letal, con síntomas y efectos similares al ébola, comienza a arrasar con la vida de sus habitantes, dejando un rastro de muerte y desesperación. Ante el temor de una epidemia de proporciones catastróficas, el ejército de los Estados Unidos interviene de forma radical. Su misión no es salvar, sino borrar el rastro: arrasan el campamento con el objetivo de eliminar cualquier posibilidad de propagación y, al mismo tiempo, mantener la existencia del virus en secreto.
Sin embargo, lo que parecía un operativo exitoso se convierte en el inicio de una pesadilla global. Nadie imaginaba que un pequeño mono, portador del virus, lograría escapar del cerco militar. Oculto entre las sombras, el animal logra abordar un barco rumbo a los Estados Unidos. El viaje del primate se convierte en un puente mortal entre dos continentes, transportando con él una amenaza invisible que muy pronto cambiaría la vida de miles de personas.
Una vez en suelo estadounidense, el caos se desata cuando las primeras personas que han tenido contacto con el animal comienzan a enfermar. La enfermedad avanza con rapidez, presentando síntomas alarmantes y cobrando víctimas en cuestión de horas. El pánico se apodera de la población y de las autoridades, quienes se enfrentan a una carrera contrarreloj para identificar, contener y erradicar el brote antes de que sea demasiado tarde.