Es Bruce Almighty, el reportero de televisión Bruce Nolan se enfrenta a lo que considera el peor día de su vida. Frustrado y abrumado por las adversidades personales y profesionales, Bruce se ve incapaz de encontrar un propósito o sentido en lo que está viviendo. El colmo de su desesperación llega cuando, tras ser despedido de su trabajo en el noticiero local, se encuentra cara a cara con Dios. En un arrebato de ira y desengaño, Bruce desafía a la divinidad, reprochándole la forma en que administra el mundo y sugiriendo que sería capaz de hacerlo mucho mejor.
Sorprendentemente, Dios, interpretado por Morgan Freeman, acepta el reto y le ofrece a Bruce una oportunidad única: le concede todos sus poderes divinos durante un tiempo limitado. Con una mezcla de incredulidad y asombro, Bruce comienza a experimentar lo que es tener el control absoluto sobre el universo: puede alterar el clima, leer mentes, e incluso modificar las decisiones de las personas. Sin embargo, a medida que se adentra en esta nueva realidad, Bruce pronto descubre que, aunque tener el poder de Dios puede parecer una bendición, también conlleva una gran responsabilidad.
A lo largo de la película, Bruce se enfrenta a los límites y las consecuencias de sus deseos, y empieza a entender que no basta con tener poder para cambiar el mundo; también es necesario tener sabiduría y compasión. La historia de Bruce Almighty no solo se convierte en una reflexión sobre la arrogancia humana y el deseo de control, sino también en un recordatorio de que a veces lo que necesitamos no es cambiar el mundo a nuestro alrededor, sino cambiar nuestra forma de verlo.