
En una ciudad que nunca duerme y donde el crimen parece formar parte del paisaje cotidiano, Lou Bloom descubre una vocación inesperada. Desempleado y desesperado por encontrar un propósito, este joven ambicioso se topa con una escena que cambiará el curso de su vida: un accidente automovilístico. Más que horror o compasión, lo que despierta en él es una oportunidad. Así comienza su descenso —o ascenso, dependiendo de cómo se mire— al mundo del periodismo criminal, una industria tan competitiva como despiadada, en la que el sensacionalismo y la velocidad de la primicia valen más que la ética o la compasión.
Lou no tiene formación ni contactos, pero posee algo aún más poderoso: una determinación feroz y una intuición nata para detectar lo que vende. Armado con una cámara de segunda mano y un viejo escáner de la policía, empieza a recorrer las calles de Los Ángeles en busca de imágenes impactantes que los noticieros matutinos comprarían sin pensarlo dos veces. Pronto descubre que, en este negocio, cuanto más sangrienta y espectacular sea la escena, más valiosa será su grabación.
La ciudad, retratada con una crudeza que raya en el cinismo, se convierte en el escenario perfecto para este nuevo tipo de cazador urbano. Lou aprende rápido: manipula ángulos, modifica escenas y cruza límites éticos sin pestañear con tal de obtener la toma perfecta. Su falta de escrúpulos no solo lo convierte en uno de los freelancers más solicitados, sino también en un símbolo inquietante de hasta dónde puede llegar alguien con ambición desmedida en un sistema que premia el morbo sobre la verdad.