
La muerte de un amigo de la infancia de Bobby Garfield lo obliga a regresar a la ciudad que lo vio crecer. Este regreso marca el inicio de una profunda reflexión sobre su pasado, especialmente sobre los recuerdos que guarda de su undécimo verano, una época decisiva en su vida. Fue en ese período cuando conoció a Ted Brautigan, un hombre enigmático que llegaría a influir de manera significativa en su vida, llenando el vacío que dejó la muerte de su padre.
Ted, cuya presencia intrigaba a Bobby, se convirtió en una figura central durante ese verano. Su personalidad única y misteriosa desbordaba tanto fascinación como desconcierto en el joven, quien, aunque cautivado, no dejaba de sentir una cierta inquietud hacia él. Ted no era un hombre común; poseía una sabiduría y un aire de secreto que atraían y, al mismo tiempo, desconcertaban a Bobby.
La relación entre ambos comenzó de una manera aparentemente simple: Ted le ofreció a Bobby un trabajo que consistía en leerle el periódico debido a sus problemas de vista. Sin embargo, el servicio que realmente le solicitó fue mucho más delicado y peligroso. Ted necesitaba a alguien que lo vigilara, pues su vida estaba amenazada por una amenaza misteriosa y grave, la cual él mismo temía pero no podía enfrentar solo. Bobby, aunque sin comprender del todo la magnitud de lo que sucedía, aceptó el encargo, sin saber que su vida se vería involucrada en una trama mucho más compleja de lo que había imaginado.
A través de este trabajo, Bobby se vio arrastrado no solo al enigma de la vida de Ted, sino también a la confrontación con aspectos oscuros y desconocidos de su propia existencia. Su vínculo con Ted, aunque basado en una relación de ayuda mutua, comenzó a exponer a Bobby a una realidad más allá de su comprensión infantil. Así, el verano se convirtió en un punto de inflexión, un momento clave en el que Bobby no solo confrontó su propio dolor por la pérdida de su padre, sino también las tensiones y misterios que rodeaban a su nuevo amigo.