En 1988, Chile vivía bajo la dictadura militar de Augusto Pinochet, quien había tomado el poder en 1973 tras un golpe de Estado. La represión política y la censura marcaban la vida cotidiana del país, y la sociedad se encontraba dividida entre quienes apoyaban al régimen y quienes deseaban su fin. Ese mismo año, la presión interna e internacional sobre el gobierno de Pinochet aumentó considerablemente. Como resultado, el dictador se vio obligado a convocar un referéndum para decidir si continuaba en el poder por ocho años más. La consulta popular sería un hito histórico, ya que era la primera vez que se permitía a los ciudadanos expresar su opinión sobre la permanencia de la dictadura.
El referéndum no solo representaba una oportunidad para la oposición, sino también un desafío monumental. El régimen, aunque en retroceso, mantenía un control absoluto sobre los medios de comunicación y las instituciones del país. La maquinaria del gobierno se movilizó para manipular el proceso electoral, presentando la figura de Pinochet como la de un líder fuerte y necesario para la estabilidad del país, mientras que la oposición carecía de recursos para competir en igualdad de condiciones. Sin embargo, fue en ese contexto de adversidad que surgió una de las campañas más ingeniosas y significativas en la historia reciente de Chile.
Los líderes del movimiento del «NO», que buscaban el rechazo a la continuidad de Pinochet, se enfrentaban a la difícil tarea de convencer a la población de que el régimen debía terminar. Entre ellos se encontraba René Saavedra, un joven publicista que se convertiría en uno de los protagonistas clave de esta gesta. Saavedra, a pesar de su falta de experiencia en campañas políticas, aceptó el reto de diseñar la estrategia de comunicación para la oposición. Con un equipo pequeño, escasos recursos y el constante temor a las represalias del régimen, Saavedra y su grupo de colaboradores decidieron hacer algo arriesgado: iban a utilizar el mismo medio de comunicación controlado por Pinochet, la televisión, pero a favor del «NO».
La estrategia era simple pero arriesgada. En lugar de centrarse en las críticas directas al dictador o en un mensaje negativo, Saavedra optó por una campaña optimista, alegre y cargada de esperanza, que apelaba directamente a los sentimientos de la gente. En vez de usar un tono de confrontación, se enfocaron en mostrar el futuro que Chile podría tener sin la dictadura, un futuro de paz, libertad y prosperidad. El famoso eslogan de la campaña, «La alegría ya viene», fue un lema que reflejaba el deseo de cambio y el anhelo de un país mejor. A través de una serie de anuncios en los que se utilizaron colores brillantes, música alegre y mensajes positivos, lograron captar la atención del público y, más importante aún, ganarse su confianza.
El desafío era enorme, pero la campaña del «NO» logró algo que parecía impensable: motivar a millones de chilenos a salir a votar y rechazar la continuidad de Pinochet. Con una astucia política y una creatividad sin precedentes, René Saavedra y su equipo lograron transformar una campaña de resistencia en una vibrante celebración de la democracia y la libertad. A pesar del hostigamiento del régimen, que intentó sabotear la campaña con recursos limitados, la táctica de Saavedra fue decisiva. El 5 de octubre de 1988, Chile vivió una jornada histórica. El resultado del referéndum fue un triunfo para la oposición: más del 55% de los votantes se manifestaron en contra de la dictadura.
La victoria del «NO» marcó el inicio del fin de la dictadura de Pinochet y abrió el camino hacia la transición democrática en Chile. La campaña no solo cambió el curso de la historia de un país, sino que también demostró el poder de la comunicación y la creatividad como herramientas de cambio social y político.