
El 13 de octubre de 1972, una tragedia aérea marcada por la lucha por la supervivencia tuvo lugar en el corazón de los Andes. El vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, un avión que transportaba a 45 personas, incluidos jugadores y miembros del equipo de rugby Old Boys Club de Uruguay, se dirigía hacia Chile. Sin embargo, las condiciones climáticas extremas y un error de navegación provocaron que el avión se estrellara contra un glaciar a una altitud de más de 4.000 metros.
El impacto fue devastador. De los 45 pasajeros, 12 perdieron la vida inmediatamente, y muchos más resultaron gravemente heridos. Entre los sobrevivientes, la situación era crítica: aislados en un lugar inhóspito, sin contacto con el mundo exterior, y enfrentando temperaturas extremadamente bajas y la amenaza constante de más muertes. La comunicación con el exterior fue prácticamente imposible, ya que el avión no pudo enviar señales de socorro antes de perderse en la vasta cordillera andina.
El desastre puso a los sobrevivientes en una situación de supervivencia extrema. Durante los primeros días, intentaron encontrar ayuda, pero la falta de comida y agua los obligó a tomar decisiones inimaginables. La situación se complicó aún más cuando, tras días de espera sin ser rescatados, los sobrevivientes enfrentaron la dura realidad de que no quedarían a salvo sin tomar medidas desesperadas. La escasez de recursos y la falta de esperanza los llevaron a tomar la decisión de recurrir al canibalismo, comiendo los cuerpos de los fallecidos para sobrevivir.
En su lucha por la vida, los sobrevivientes mostraron una fortaleza humana increíble. Después de más de dos semanas atrapados en el glaciar, dos de ellos decidieron arriesgarse a cruzar las montañas en busca de ayuda. En una travesía peligrosa y desgarradora, lograron llegar a un poblado chileno, donde alertaron a las autoridades y se organizó el rescate de los demás sobrevivientes.
El rescate, ocurrido el 23 de diciembre de 1972, fue un alivio, pero también marcó para siempre las vidas de quienes vivieron aquella experiencia. La tragedia del vuelo 571 dejó una huella indeleble en la memoria colectiva, no solo por la brutalidad de los eventos, sino también por la valentía y la resistencia de aquellos que, frente a la adversidad, lucharon hasta el final.