
En una zona fronteriza con México, donde la vida es dura y las oportunidades escasas, Tunstall emerge como una figura emblemática que busca no solo prosperar, sino también transformar su entorno. Propietario de una granja, Tunstall decide contratar a jóvenes que han escapado de sus hogares o viven como vagabundos, ofreciéndoles un lugar donde trabajar, aprender y crecer. Esta decisión no solo le permite contar con ayudantes dedicados, sino que también revela su lado más humano y solidario, al brindar a estos jóvenes una segunda oportunidad.
Entre estos jóvenes, destaca uno en particular por su sorprendente puntería, una habilidad que, sin duda, jugará un papel crucial en la historia. La granja de Tunstall, sin embargo, no está exenta de peligros. En el pueblo, existen competidores despiadados que, motivados por la codicia, intentan obstaculizar sus negocios a toda costa. Estas personas no dudan en recurrir a la violencia, actuando con brutalidad y sin miedo a enfrentar las consecuencias de sus actos.
El conflicto que se desata en esta zona fronteriza es más que una simple disputa comercial; es una lucha por la justicia y la supervivencia en un entorno donde la ley a veces parece ausente o ciega. Tunstall, con su visión y determinación, no solo defiende su negocio, sino también los valores de solidaridad y respeto hacia quienes han sido marginados por la sociedad. Su granja se convierte en un símbolo de esperanza y resistencia frente a la adversidad.