
Itzia es una mujer sorda que vive en un pequeño pueblo donde la gente se caracteriza por su desconfianza ante lo desconocido. Desde hace un tiempo, Itzia ha estado experimentando algo extraño y fuera de lo común: empieza a escuchar una melodía peculiar, una música que parece surgir de un lugar específico y se repite de manera constante. Lo curioso es que, siendo sorda, no podría escuchar sonidos de forma convencional. Sin embargo, para ella, la música es muy real, algo que va más allá de su imaginación.
La melodía siempre proviene de un mismo punto cardinal, lo que le da un toque aún más misterioso. Itzia no duda de lo que está viviendo. Para ella, esa música no es producto de un delirio ni una alucinación, sino una señal que debe entender. Sin embargo, en su pueblo, las personas que la rodean no comparten su convicción. Para ellos, lo que experimenta Itzia es una manifestación de locura, un trastorno que debe ser tratado por profesionales médicos.
Al principio, la gente del pueblo se muestra preocupada y le insisten repetidamente que busque ayuda. La preocupación es natural, pero también se mezcla con el escepticismo. Itzia es vista como alguien que ha perdido el control de su mente, alguien que debe seguir los pasos tradicionales y visitar al médico para recibir un diagnóstico. Sin embargo, la mujer se resiste a estas sugerencias, convencida de que lo que experimenta tiene un sentido profundo, algo que va más allá de la razón médica.
Con el tiempo, Itzia decide emprender un viaje para descubrir la fuente de esa misteriosa música. A lo largo de su travesía, no solo tendrá que enfrentar los prejuicios de los demás, sino también sus propias dudas. El viaje no es solo físico, sino también emocional y espiritual. Al tratar de encontrar la fuente de esa música, Itzia busca algo más que una explicación lógica: busca comprender la conexión profunda entre ella misma y el mundo que la rodea.