Fukama es un detective japonés con una reputación única en el cuerpo policial, no solo por su capacidad para resolver los casos más complejos, sino también por su temperamento explosivo. A lo largo de los años, ha desarrollado una habilidad casi instintiva para desentrañar los misterios más intrincados, pero esta destreza viene acompañada de un defecto peligroso: su incontrolable ira. Cada vez que algo lo irrita o lo frustra durante una investigación, Fukama pierde completamente el control, convirtiendo su carácter en un arma de doble filo.
Este temperamento volátil ha convertido a Fukama en una figura tan temida como respetada en su entorno. Sus colegas, aunque admiradores de su talento, prefieren mantener cierta distancia, conscientes de que cualquier situación podría desencadenar una explosión de rabia. A menudo, estos estallidos de ira lo llevan a comportarse de manera imprudente, poniendo en riesgo tanto su vida como la de aquellos que lo rodean. Sin embargo, detrás de esta fachada temperamental, se encuentra un detective profundamente comprometido con su trabajo, cuyo deseo de hacer justicia lo impulsa a superar sus propias limitaciones.
El conflicto interno de Fukama entre su deseo de mantener la calma y su incapacidad para controlar su enojo es una lucha constante. En el fondo, sabe que su ira descontrolada lo hace vulnerable, y que, si no logra dominarla, podría costarle mucho más que su carrera. A lo largo de su trayectoria, ha tenido que enfrentar las consecuencias de sus acciones impulsivas, desde reprimendas formales hasta momentos en los que ha puesto en peligro investigaciones enteras. A pesar de ello, Fukama sigue adelante, convencido de que su habilidad para resolver casos es mayor que su temperamento.
Las investigaciones en las que se ve envuelto Fukama suelen ser complicadas, llenas de giros inesperados y personajes oscuros. Sus estallidos de ira, aunque peligrosos, a veces lo llevan a descubrir pistas que de otro modo habrían pasado desapercibidas. Este método poco ortodoxo lo convierte en una especie de antihéroe: alguien que se aleja de los métodos tradicionales, pero que, al final del día, consigue resultados. Sin embargo, estos mismos arrebatos lo llevan a cometer errores que podrían ser evitados con una mayor contención emocional.
En su lucha por equilibrar su temperamento con su sentido del deber, Fukama también enfrenta el desafío de ganar la confianza de sus colegas y superiores. Muchos desconfían de su capacidad para manejar situaciones delicadas sin perder el control, lo que lo lleva a menudo a trabajar solo, cargando con el peso de las investigaciones más peligrosas y difíciles. A pesar de las dificultades, Fukama está decidido a demostrar que es capaz de dominar sus impulsos, aunque este viaje hacia el autocontrol es largo y tortuoso.
A medida que avanza en su carrera, Fukama se da cuenta de que para ser el detective que aspira a ser, debe encontrar una manera de reconciliar su pasión por la justicia con la necesidad de mantener la calma. Es un hombre atrapado entre su deseo de hacer el bien y la sombra de su ira, un detective brillante cuya mayor batalla no es contra los criminales que persigue, sino contra el demonio interno que amenaza con destruirlo desde dentro.