
La historia de los pueblos originarios de América está marcada por episodios de lucha, resistencia y dolorosas transformaciones. Uno de los capítulos más emblemáticos de este conflicto es la historia que se desarrolla inmediatamente después de la célebre batalla de Little Big Horn en 1876, donde las fuerzas sioux, lideradas por el legendario jefe Lakota, Sitting Bull, lograron una sorprendente victoria sobre el general George Custer. Esta batalla, la última gran victoria militar de los pueblos indígenas norteamericanos, sirve como punto de partida para explorar dos visiones profundamente distintas de una misma realidad.
Por un lado, encontramos a Charles Eastman (nacido Ohiyesa), un joven sioux educado en instituciones blancas y formado como médico. Eastman representa el ideal promovido por el gobierno estadounidense de la “asimilación” de los pueblos originarios a la cultura dominante. Su vida, marcada por la dicotomía entre sus raíces indígenas y su educación occidental, lo convierte en un símbolo viviente de las tensiones y contradicciones de esa época. A través de sus ojos vemos el intento de reconciliar dos mundos opuestos: el de la tradición nativa y el del progreso según la visión del hombre blanco.