
“Big Fish”, dirigida por Tim Burton, es una emotiva película que explora el complejo vínculo entre un padre y su hijo, y cómo las historias que contamos definen nuestra identidad. La trama gira en torno a William Bloom, interpretado por Billy Crudup, un hombre que nunca logró entender ni conectar del todo con su padre, Edward Bloom, interpretado por Albert Finney en su versión adulta. Su relación ha estado marcada por la distancia emocional y por la frustración de William ante las fantasiosas y aparentemente exageradas historias que su padre relata sobre su vida.
La historia comienza cuando William se entera de que su padre está gravemente enfermo y decide regresar a su hogar para acompañarlo en sus últimos días. A pesar del contexto delicado, los viejos hábitos persisten: Edward continúa relatando sus inverosímiles aventuras —desde encuentros con brujas y gigantes hasta eventos imposibles de verificar— con el mismo entusiasmo de siempre. Pero esta vez, William, en lugar de rechazar esas historias como simple ficción, se embarca en un intento por comprenderlas y, a través de ellas, descubrir quién fue realmente su padre.
El núcleo emocional de la película reside en ese viaje introspectivo de William, en su deseo de separar lo real de lo imaginado, no tanto para desenmascarar a Edward, sino para reconciliarse con él. En el proceso, se da cuenta de que, aunque las historias de su padre estén adornadas con elementos de fábula, contienen verdades profundas sobre su personalidad, sus sueños y sus valores.