
Todo comenzó con lo que parecía ser una escapada perfecta. Dos amigos, cansados del estrés diario y en busca de sol, descanso y buena comida, decidieron embarcarse en un crucero que prometía diversión, relax y aventura. Confiaron la reserva del viaje a un agente de viajes que, según ellos, sabía exactamente lo que buscaban. Sin embargo, no imaginaron que una pequeña omisión en la información cambiaría por completo el rumbo de sus vacaciones.
Ya a bordo del imponente barco, todo parecía normal. El mar azul, las instalaciones de lujo, el buffet interminable… pero poco a poco comenzaron a notar algo peculiar. No era exactamente lo que esperaban. Tras algunas miradas curiosas, conversaciones ambiguas y eventos temáticos algo inusuales, la verdad salió a flote: se encontraban en un crucero exclusivamente para personas homosexuales.
La sorpresa fue monumental. Entre risas nerviosas, confusión y momentos de incomodidad, los dos amigos se dieron cuenta de que su aventura tomaría un giro totalmente inesperado. Aunque en un principio pensaron en desembarcar en la primera escala posible, pronto comprendieron que no había marcha atrás. Así que decidieron relajarse y disfrutar de la experiencia.