
Un catastrófico accidente ferroviario es el desencadenante de una serie de eventos que transforman una ciudad en un caos absoluto. El descarrilamiento de un tren, que inicialmente parece ser un desastre aislado, pronto revela ser solo la primera pieza de un plan mucho más macabro. Mientras los primeros rescates y esfuerzos de emergencia se despliegan para tratar de controlar la situación, un ataque biológico inesperado agrava rápidamente la crisis.
El ataque, meticulosamente planeado, involucra la liberación de un gas letal en el aire, que se dispersa por toda la ciudad. Este gas, invisible e inodoro, actúa de manera devastadora. En cuestión de minutos, las personas que lo inhalan comienzan a mostrar síntomas severos: fiebre, dificultad para respirar y un rápido deterioro de la salud. Lo que comienza como un pequeño brote de enfermedad se convierte rápidamente en una epidemia que afecta a miles de personas, provocando la muerte de la mayoría de los infectados en un tiempo sorprendentemente corto.
A medida que la enfermedad se propaga, la ciudad entra en un estado de pánico absoluto. Los hospitales colapsan bajo la presión de la creciente cantidad de enfermos, y las autoridades, desbordadas por la magnitud de la crisis, no logran implementar medidas eficaces para contener la enfermedad. Las calles se llenan de cadáveres, mientras los sobrevivientes luchan por encontrar un refugio seguro y por entender qué está sucediendo realmente.
La propagación del virus no se limita a la ciudad. Aquellos que logran escapar se convierten en portadores involuntarios de la enfermedad, llevándola a otras regiones y exacerbando aún más la crisis. Las comunicaciones se interrumpen, y el gobierno local queda incapaz de coordinar una respuesta efectiva. A medida que los días pasan, la enfermedad se extiende de manera imparable, desmoronando lo que queda de la civilización y dejando a los pocos sobrevivientes atrapados en un escenario apocalíptico.