
En el mundo del teatro, los papeles van y vienen, las temporadas cambian y los actores evolucionan. Pero para una actriz veterana, el escenario vuelve a ofrecerle un espejo implacable cuando es invitada a participar en la reposición de la obra que, dos décadas atrás, marcó el inicio de su carrera. Este regreso no solo representa una oportunidad profesional, sino también una confrontación íntima con su propio pasado, sus decisiones y la inevitable transformación que trae el paso del tiempo.
Veinte años han pasado desde que la actriz interpretó por primera vez a la protagonista de una obra que la catapultó a la fama. En ese entonces, joven, ambiciosa y llena de sueños, encarnó a un personaje complejo, emocionalmente cargado, cuya historia parecía lejana a su propia experiencia de vida. Hoy, al asumir un nuevo papel en la misma producción —esta vez desde otra perspectiva— se ve obligada a revivir escenas que ya no se sienten ajenas, sino inquietantemente familiares.
El proceso de ensayos no solo le exige disciplina artística, sino también un esfuerzo emocional inesperado. Rodeada de un elenco más joven, entre ellos una prometedora actriz que interpreta ahora su antiguo papel, la protagonista empieza a ver en esa figura un reflejo de sí misma: el brillo de los comienzos, el impulso de querer demostrarlo todo, la pasión sin reservas. Esta nueva mirada no está exenta de celos, nostalgia y autocrítica, pero también abre la puerta a la comprensión y al crecimiento.