
En la década de los 60, Brian Wilson, el carismático líder de los Beach Boys, se encontraba en el auge de su creatividad y éxito. Con su banda, había alcanzado una gran fama, pero también sentía una presión inmensa para seguir innovando y manteniendo el nivel de excelencia que se esperaba de él. Sin embargo, esta constante carga comenzó a pasarle factura. Mientras el mundo exterior celebraba el triunfo de sus composiciones, dentro de su mente, Brian experimentaba una creciente psicosis. La frontera entre la genialidad creativa y los trastornos mentales se difuminaba, y la ansiedad, la paranoia y la confusión comenzaron a apoderarse de su mente.
En su intento por crear lo que él consideraba su obra maestra, Wilson se sumergió en un proceso artístico extremadamente intenso y arriesgado. La creación de Pet Sounds, el álbum que marcó un hito en la historia de la música pop, fue su respuesta al reto de componer algo verdaderamente vanguardista. No obstante, a medida que avanzaba en su proyecto, los demonios internos de Wilson se volvían más difíciles de controlar, lo que lo llevó a un aislamiento total de su banda y del mundo que lo rodeaba.
La década de los 80 fue muy diferente para Brian Wilson. Después de años de lucha contra sus propios demonios, tanto internos como externos, se encontraba un hombre completamente quebrado. La figura del terapeuta Dr. Eugene Landy, quien asumió un control absoluto sobre su vida, se convirtió en una presencia constante en su día a día. Bajo la vigilancia constante de Landy, Wilson vivió una existencia sin libertad, en la que sus decisiones, su salud y sus pensamientos estaban supervisados rigurosamente. En este período, la creatividad de Wilson había sido prácticamente anulada, y su vida se había convertido en una pesadilla de control y confusión.