
El verano a menudo se convierte en el escenario perfecto para romances inesperados y apasionados que marcan la vida de quienes los viven. Este es precisamente el caso de Erin y Garrett, dos jóvenes que protagonizan una historia de amor que nace bajo el sol estival y que pone a prueba la fuerza de sus sentimientos frente a la distancia y las circunstancias.
Erin y Garrett se conocen durante un verano que parece destinado a ser solo un paréntesis temporal en sus vidas. Ambos provienen de mundos distintos: ella reside en San Francisco, una ciudad vibrante y llena de cultura en la costa oeste, mientras que él trabaja en Nueva York, la incesante metrópoli de la costa este. Su encuentro es casual pero intenso, y rápidamente se ven envueltos en una aventura que, aunque inicialmente concebida como pasajera, se convierte en algo mucho más profundo.
El reto comienza cuando el verano termina y llega el momento de regresar a sus respectivas ciudades. La realidad golpea con fuerza: la distancia entre San Francisco y Nueva York no solo implica miles de kilómetros, sino también diferentes ritmos de vida, compromisos laborales y el desgaste emocional que conlleva mantener viva una relación a larga distancia. Sin embargo, a pesar de estas dificultades, ambos deciden no dejarse vencer por el escepticismo ni por la lógica que dicta que lo suyo probablemente no funcionará.