
En una época en la que las aventuras parecen relegadas a la ficción y la rutina domina la vida cotidiana, un grupo de estudiantes universitarios decide embarcarse en una expedición espeleológica para explorar una cueva poco conocida ubicada en una zona remota. Lo que empieza como una excursión académica y emocionante pronto se convierte en una experiencia que desafía su percepción de la realidad.
Al internarse en la profundidad de la cueva, los jóvenes pronto se dan cuenta de que algo no encaja. La atmósfera se vuelve densa, el silencio es absoluto y el entorno parece suspendido en una quietud antinatural. Lo más inquietante es el descubrimiento de que, por alguna razón desconocida, el tiempo no fluye igual bajo tierra que en la superficie. Minutos dentro de la cueva pueden equivaler a horas, días o incluso más en el mundo exterior.
Aislados del resto del mundo, sin señal y con recursos limitados, los estudiantes comienzan a experimentar los efectos psicológicos del encierro y del desajuste temporal. Algunos intentan racionalizar la situación recurriendo a teorías científicas; otros, en cambio, empiezan a caer en la desesperación, alimentando temores ancestrales y mitos olvidados sobre lugares donde el tiempo se detiene o se rompe.