La invasión aliada de Normandía, el 6 de junio de 1944, es uno de los momentos más emblemáticos de la Segunda Guerra Mundial, cuando las fuerzas aliadas desembarcaron en las costas francesas para iniciar la liberación de Europa del yugo nazi. En este contexto, el segundo batallón de asalto, comandado por el capitán John Miller, lucha ferozmente para tomar el control de las playas. Durante el combate, dos hermanos de una misma familia pierden la vida en acción, lo que añade una tragedia más a la brutalidad del conflicto. La tragedia se intensifica aún más cuando, poco antes de estos eventos, otro hermano muere en Nueva Guinea, otro frente de batalla de la guerra. La señora Margaret Ryan, madre de los tres soldados, recibe en un mismo día tres telegramas de defunción, cada uno anunciando la pérdida de uno de sus hijos.
Este desgarrador sufrimiento no pasa desapercibido para el general George C. Marshall, jefe del ejército de los Estados Unidos, quien al enterarse de la situación de la señora Ryan, decide intervenir. Al investigar más, descubre que existe un cuarto hijo, James Ryan, que aún se encuentra luchando en Europa. Considerando el dolor insostenible de una madre que ha perdido a tres hijos en la guerra, Marshall toma una decisión inusual: enviar a un pequeño grupo de soldados a localizar al soldado James Ryan y devolverlo a su hogar para evitar que su madre reciba la noticia de la muerte de su último hijo.
El capitán Miller y su escuadrón de ocho hombres son los encargados de esta misión arriesgada. Viajan tras las líneas enemigas en busca del soldado Ryan, enfrentándose a múltiples peligros y situaciones extremas. A medida que avanzan en su misión, los hombres se enfrentan no solo a la amenaza del enemigo, sino también a dilemas morales y personales, cuestionando el propósito de la guerra y el valor de sus sacrificios.