
La segunda entrega de la saga de Rambo nos sitúa en un momento crucial para el icónico personaje: John Rambo, antiguo soldado de élite, cumple condena en prisión por los hechos ocurridos en su anterior enfrentamiento con la autoridad. Sin embargo, el gobierno estadounidense ve en él una herramienta útil para una misión de alto riesgo. El coronel Trautman, su antiguo superior y único vínculo de confianza con el sistema, le ofrece una oportunidad de redención: ser liberado a cambio de llevar a cabo una operación secreta en Vietnam.
El objetivo oficial de la misión es comprobar si aún existen prisioneros de guerra estadounidenses en territorio enemigo. Si cumple con lo encomendado, el presidente le otorgaría un perdón total. Tentado por la posibilidad de recuperar su libertad y limpiar su nombre, Rambo acepta. Pero lo que se presenta como una operación de reconocimiento, rápidamente se revela como una farsa encubierta por intereses políticos y económicos.
Al llegar a la base militar donde se coordina la operación, Rambo se encuentra bajo las órdenes del teniente Murdock, un burócrata disfrazado de militar, cuya motivación real dista mucho del patriotismo o la justicia. Murdock representa el cinismo del poder: está más preocupado por proteger su imagen y asegurar el control político que por la vida de los soldados involucrados en la misión. Ordena a Rambo que se limite a tomar fotografías de los posibles prisioneros y que bajo ningún concepto entre en combate. Para Murdock, lo importante no es el rescate, sino que la operación pueda utilizarse con fines propagandísticos sin consecuencias reales.