Un niño llamado Martín, lleno de ilusión por la llegada de la Navidad, se prepara para escribir su tradicional carta a Santa Claus. Cada año, él le detalla con entusiasmo los regalos que espera recibir, y sus deseos más grandes se concentran en esa carta que, desde su infancia, considera casi un ritual. Sin embargo, en esta ocasión, Martín se encuentra distraído por la emoción de la temporada. Mientras escribe, no se da cuenta de que, debido a un descuido al copiar las letras, termina enviando su carta a una dirección equivocada.
En lugar de llegar a las cálidas manos de Santa, la misiva cae en un sobre equivocado, dirigido directamente al oscuro reino de Satán. El niño no tiene ni idea de su error, y la carta, que contenía simples deseos infantiles como juguetes y dulces, llega a las profundidades del inframundo. Mientras tanto, Satanás, quien raramente recibe cartas, se siente intrigado por el contenido. Su sorpresa crece aún más al leer los inocentes deseos de un niño que, sin saberlo, acaba de hacerle una petición.
Atrapado entre la curiosidad y el desconcierto, Satán decide responder a la carta. Sin embargo, en lugar de simplemente ignorarla, como habría hecho con cualquier otra misiva, el ser infernal decide jugar con la situación. Sintiéndose de alguna manera ofendido por el error de la dirección, y buscando divertirse a costa del pequeño, el demonio crea una serie de respuestas que, lejos de ser malvadas o aterradoras, son absurdas y cómicas. Sus respuestas, llenas de sarcasmo y humor negro, son un reflejo de la naturaleza impredecible y caprichosa de su personalidad.
Martín, sin saber que ha confundido el destinatario, sigue recibiendo cartas extrañas que le ofrecen regalos como una máquina para convertir su risa en humo o una broma infinita. Al principio, Martín se muestra desconcertado, pero poco a poco empieza a encontrarle la gracia a las extrañas propuestas. Mientras tanto, su familia nota que algo raro está ocurriendo, pues las cartas que normalmente llegarían de Santa están siendo reemplazadas por respuestas muy distintas.
A medida que las cartas se suceden, Martín comienza a sospechar que algo no está bien. Sin embargo, antes de que pueda averiguarlo por completo, la Navidad está a la vuelta de la esquina, y el niño decide enfrentar la situación de la manera más lógica: escribirle una última carta, esta vez con el nombre correcto y esperanzado de que Santa lo reciba a tiempo. Pero la confusión se mantiene hasta el último momento.
En un giro final, la historia concluye con una mezcla de risas y sorpresas, dejando al niño con un gran aprendizaje sobre la magia de la Navidad y lo inesperado de las situaciones. A pesar de su confusión inicial, Martín logra entender que los verdaderos regalos no siempre son los materiales, sino las experiencias y enseñanzas que la vida nos ofrece, incluso en la forma más absurda.