
En el corazón de esta historia se entrelazan el dolor, la distancia y la posibilidad de redención. A través de la compleja relación entre una madre y un hijo, nos adentramos en una narración donde el pasado no es solo un recuerdo, sino una herida latente que ha moldeado profundamente sus vidas. Separados por un accidente que marcó un antes y un después, ambos toman rumbos radicalmente distintos: ella se convierte en una reconocida artista y sanadora, mientras que él se refugia en una vida solitaria, dedicada a la cetrería, marcado por una doble ausencia —la pérdida de su madre y la desconexión consigo mismo.
La trama se desenvuelve entre el ayer y el hoy, explorando cómo las elecciones personales y los caminos que tomamos a raíz del dolor pueden alejarnos incluso de aquello que más necesitamos. La madre, a través del arte y la sanación, canaliza su culpa y su búsqueda de sentido, transformando el sufrimiento en creación. El hijo, en cambio, elige el silencio de las aves rapaces, una existencia alejada del ruido del mundo, quizá como forma de protegerse del abandono y de una vida para la cual nunca encontró las respuestas adecuadas.
El giro ocurre cuando una joven periodista entra en escena. Su mirada fresca e inquisitiva actúa como catalizador del reencuentro. No solo pone en marcha una posible reconciliación entre madre e hijo, sino que también lleva al espectador o lector a reflexionar sobre cuestiones universales: ¿Cuál es el verdadero sentido de la vida? ¿Puede el arte ser una forma de redención? ¿Es posible vivir plenamente sin tener todas las respuestas?