
En una apacible ciudad del corazón de Texas, donde las noches suelen ser silenciosas y las estrellas brillan con nitidez, un suceso inesperado vino a quebrar la tranquilidad. Lo que al principio pareció un simple rumor en el viento nocturno pronto se convirtió en un espectáculo aterrador. Un sonido extraño comenzó a llenar el aire: el aleteo frenético de alas invisibles, seguido por chillidos agudos que erizaban la piel. Algo había llegado, oculto en la oscuridad, trayendo consigo una presencia inquietante.
Los primeros en notarlo fueron los residentes que vivían cerca de los árboles y parques. Al mirar hacia el cielo, apenas pudieron distinguir las siluetas que surcaban la negrura con velocidad. Al poco tiempo, lo que parecía una visita pasajera se transformó en una invasión: una inmensa bandada de murciélagos se posó sobre la ciudad, extendiéndose por tejados, ramas y aleros.
Lejos de tratarse de una escena salida de una película de terror, el fenómeno fue tan real como inquietante. Los murciélagos, normalmente tímidos y nocturnos, mostraban un comportamiento inusual. Volaban en formación cerrada, chillaban con fuerza y se mantenían activos durante más tiempo de lo normal. Algunos expertos locales señalaron que podría tratarse de un desplazamiento masivo provocado por el cambio climático o por alteraciones en su hábitat natural.