
En medio de la Guerra Fría y el auge del cine de ciencia ficción, surgieron numerosos filmes que reflejaban el miedo a lo desconocido, los avances tecnológicos y la amenaza del “otro”. Inspirada en ese imaginario colectivo de los años 50, esta parodia cinematográfica retoma todos esos elementos clásicos para darles un giro cómico y satírico. La historia comienza con un evento que, en cualquier película del género, provocaría pánico mundial: una flota de platillos volantes marcianos aparece simultáneamente sobre las principales capitales del mundo. La humanidad, atónita y aterrada, se enfrenta a una incógnita que la ciencia no puede responder de inmediato: ¿han venido en son de paz o para invadir?
En el corazón del conflicto se encuentra el presidente de los Estados Unidos, un personaje atrapado entre dos visiones opuestas del fenómeno. Por un lado, su asesor científico, confiado en la racionalidad y el potencial para la comunicación interestelar, insiste en que los visitantes marcianos vienen con intenciones pacíficas. Por el otro, los asesores militares, más pragmáticos —y paranoicos—, lo instan a no arriesgarse y a lanzar un ataque preventivo antes de que sea demasiado tarde.
Este choque de perspectivas alimenta la tensión narrativa y, al mismo tiempo, proporciona abundante material para la comedia. La cinta no solo juega con los clichés del género —los rayos desintegradores, los alienígenas cabezones y las bases militares secretas—, sino que también ironiza sobre la burocracia gubernamental, el sensacionalismo de los medios y la tendencia humana a temer lo desconocido.