Alemania, principios del siglo XVI. Martín Lutero, un monje agustino, se encuentra en un momento de profunda reflexión y cuestionamiento. Durante sus años en el monasterio, una lectura detenida y meticulosa de la Biblia lo lleva a replantearse varios aspectos fundamentales de la fe cristiana. En 1517, Lutero da un paso decisivo al colgar sus 95 tesis en la puerta de la iglesia de Wittenberg. Estos escritos no solo desafían ciertos dogmas de la Iglesia, sino que también condenan la venta de indulgencias, un mecanismo que la Iglesia usaba para recaudar fondos destinados a la construcción de la Basílica de San Pedro en el Vaticano.
La valentía de Lutero lo lleva ante la Dieta Imperial de Wörms, donde se enfrenta a la presión de retractarse. Sin embargo, se mantiene firme en su posición, exigiendo que sus detractores demuestren, a partir de las Escrituras, que sus tesis son erróneas. Esta postura le cuesta la acusación de herejía y la excomunión por parte del Papa León X. Con el riesgo de ser arrestado y ejecutado, Lutero se ve forzado a huir y se convierte en un proscrito. Durante su exilio, realiza una labor fundamental al traducir el Nuevo Testamento del latín al alemán, democratizando así el acceso a las Escrituras.
La desafiante postura de Lutero resuena profundamente entre las masas y, como consecuencia, inspira a los campesinos a levantarse contra los señores feudales. Este espíritu rebelde lleva a una serie de revueltas y a la quema de iglesias, reflejando el impacto social y político de las ideas reformistas. La figura de Lutero no solo desafía la autoridad eclesiástica, sino que también enciende una llama de cambio que repercute en toda la sociedad europea.