Los Diez Mandamientos

La figura de Moisés es una de las más emblemáticas en la tradición bíblica, cuyo relato se sitúa en el contexto del Antiguo Egipto. Criado en la corte del faraón como un príncipe adoptivo, Moisés disfrutó de todos los lujos y privilegios que este alto rango le ofrecía. Sin embargo, a medida que crecía, comenzó a sentir un profundo conflicto interno al descubrir su verdadero origen: era hebreo, parte del pueblo oprimido y esclavizado por los egipcios.

El giro dramático de su historia comienza cuando, al ver la injusticia y el sufrimiento de sus hermanos hebreos, Moisés toma una decisión trascendental. En un arranque de ira, mata a un egipcio que maltrataba a un hebreo, lo que lo obliga a huir de Egipto para escapar de la ira del faraón. En su exilio, en el desierto, Moisés tiene un encuentro divino con Dios, quien se le aparece en una zarza ardiente. En este momento, Moisés recibe la misión de regresar a Egipto para liberar a los hebreos de la esclavitud, convirtiéndose en el líder elegido para llevar a cabo esta hazaña.

Con una mezcla de temor y determinación, Moisés regresa a Egipto y se enfrenta al faraón, quien, empeñado en mantener su poder y la opresión de los hebreos, se niega a liberar a su pueblo. Moisés, guiado por la fuerza divina, comienza a realizar milagros y plagas como parte de un plan para obligar al faraón a ceder. A pesar de la dureza del faraón, Dios demuestra su poder de manera inquebrantable, hasta que finalmente el faraón cede y permite la salida de los hebreos.

El éxodo, sin embargo, no está exento de más desafíos. El faraón, arrepentido de su decisión, decide perseguir a los hebreos, lo que lleva al famoso momento de la apertura del Mar Rojo. Moisés, guiado por Dios, extiende su mano sobre las aguas y, milagrosamente, el mar se divide, permitiendo que los hebreos crucen a salvo. Al momento en que el ejército egipcio trata de seguirlos, las aguas regresan y lo destruyen por completo.