En el universo de los X-Men, Wolverine siempre fue sinónimo de fuerza y resistencia. Sin embargo, en Logan: Wolverine, la tercera y última película protagonizada por Hugh Jackman, el icónico mutante se enfrenta a su mayor vulnerabilidad. Por primera vez, Logan ya no cuenta con sus poderes regenerativos, que lo hacían prácticamente inmortal. Su cuerpo envejece y su espíritu está quebrado por una vida de dolor y lucha constante. Perdido en un mundo donde los X-Men son solo una leyenda, se encuentra en un punto de quiebre, alejado de cualquier propósito.
La trama de Logan se desarrolla en un futuro cercano, donde el mundo de los mutantes está al borde de la extinción. Logan, cansado y desilusionado, vive en el anonimato mientras cuida de un anciano Charles Xavier, cuyo poder telepático está en declive. Sin embargo, su vida dará un giro cuando Xavier le pide que asuma una última misión: proteger a Laura, una joven mutante que, al igual que él, posee habilidades especiales y que podría ser la clave para el futuro de la raza mutante.
A lo largo de esta emotiva película, Logan enfrenta el reto de cuidar a Laura mientras lucha contra fuerzas poderosas que intentan destruirla. Sin sus poderes y marcado por las cicatrices de un pasado lleno de tragedias, Logan: Wolverine se ve obligado a encontrar una fuerza interna que pensaba haber perdido. Su relación con Laura se convierte en el eje emocional de la película, simbolizando la oportunidad de redención y de encontrar un propósito en medio de la desesperanza.
Esta película no solo marca el adiós de Hugh Jackman al personaje que interpretó por más de 17 años, sino que también es una reflexión profunda sobre la fragilidad humana, el sacrificio y la lucha por proteger a quienes amamos. Logan es un relato más íntimo y maduro que sus predecesoras, alejándose de la acción desmedida para centrarse en la relación de Logan con su propio destino y en la conexión con la joven que debe proteger.