
En Las brujas de Zugarramurdi, el director Álex de la Iglesia combina lo absurdo con lo macabro para ofrecer una experiencia cinematográfica que desafía cualquier clasificación. La película comienza como una comedia de acción cargada de tensión y termina sumergida en un universo grotesco, terrorífico y, al mismo tiempo, hilarante.
La historia arranca en plena ciudad de Madrid, donde dos hombres desesperados, interpretados por Mario Casas y Hugo Silva, deciden cometer un atraco en una tienda de oro. No son delincuentes profesionales, pero están decididos a salir con el botín a toda costa. Tras el golpe, emprenden una huida frenética en un taxi junto a un niño —el hijo de uno de ellos— y comienzan a ser perseguidos por dos torpes pero persistentes policías, encarnados por Pepón Nieto y Secun de la Rosa. A la persecución también se suma la ex esposa de uno de los ladrones, interpretada por Macarena Gómez, cuya intensidad rivaliza con la de cualquier agente de la ley.
El viaje los lleva hacia el norte, hasta los bosques espesos y misteriosos de Navarra. Buscando refugio en un rincón remoto del mapa, terminan cayendo en una trampa mucho más peligrosa de lo que imaginaron. Sin saberlo, han llegado a Zugarramurdi, un lugar marcado por antiguas leyendas de brujería. Allí se toparán con un grupo de mujeres salvajes y caníbales, auténticas brujas modernas que rinden culto a rituales oscuros y no están dispuestas a dejar marchar a sus nuevas víctimas.