
A principios de la década de 1970, Estados Unidos vivía una época de profundas transformaciones sociales y culturales. La revolución sexual sacudía los valores tradicionales, y un nuevo espíritu de rebeldía e irreverencia se abría paso en la sociedad. En medio de ese contexto efervescente, emergió una figura polémica y disruptiva: Larry Flynt. Empresario audaz y provocador, Flynt supo aprovechar el clima de cambio para construir un imperio mediático que dejaría una marca indeleble en la historia de la cultura popular y en la defensa de la libertad de expresión.
Flynt comenzó su carrera empresarial fundando una cadena de clubes de striptease, negocios que rápidamente le proporcionaron notoriedad y ganancias considerables. Sin embargo, su verdadera revolución llegaría poco después, cuando decidió lanzar su propia revista para adultos: Hustler. A diferencia de otras publicaciones del género, Hustler no solo se destacaba por su contenido explícito, sino también por su tono irreverente, su crítica social mordaz y su estilo sensacionalista. Esto le valió tanto la censura como una fiel base de seguidores.
Considerada por muchos como vulgar y ofensiva, Hustler no tardó en despertar la indignación de grupos conservadores y autoridades judiciales. Pero fue precisamente esa controversia la que llevaría a Larry Flynt a los tribunales y lo transformaría, de manera inesperada, en una figura central en la defensa de la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, que protege la libertad de expresión.