
En una época en la que la adultez parece llegar cada vez más tarde, Megan —una joven de veintitantos interpretada por Keira Knightley— encarna perfectamente esa sensación de estar atrapada entre el mundo adolescente y las responsabilidades de la vida adulta. En apariencia, su vida avanza según los estándares sociales: tiene un trabajo estable, un círculo de amigos de toda la vida y un novio que, tras años de relación, finalmente le propone matrimonio. Sin embargo, lejos de emocionarse, Megan entra en pánico.
La propuesta se convierte en el detonante de una crisis existencial. Incapaz de enfrentarse a la idea de comprometerse para siempre, Megan toma una decisión inesperada: se toma una semana para alejarse de todo. En su huida del compromiso y del futuro que se espera de ella, conoce a Annika (Chloë Grace Moretz), una adolescente de 16 años con una energía desbordante y una perspectiva despreocupada de la vida.
Lo que comienza como un encuentro casual se convierte rápidamente en una amistad improbable pero profundamente significativa. Megan encuentra en Annika un reflejo de la persona que alguna vez fue, pero también una vía para explorar lo que aún no ha resuelto en su interior. Al convivir con ella y sumergirse por unos días en el mundo juvenil, Megan revive momentos de su pasado, pero también enfrenta verdades que había estado evitando: ¿por qué le cuesta tanto avanzar?, ¿realmente quiere lo que los demás esperan de ella?, ¿o simplemente no sabe quién es todavía?