
En una pequeña y encantadora pastelería, donde el aroma del azúcar glaseado y la vainilla envuelve a todo el que entra, trabaja Zhamilya, una joven pastelera cuya habilidad para crear postres roza lo mágico. Cada día, sus vitrinas se llenan de coloridas delicias que no solo satisfacen el paladar, sino que también reconfortan el alma. Sin embargo, aunque Zhamilya tiene el don de endulzar la vida de los demás, su propio corazón sigue esperando ese ingrediente secreto que dé sentido a su historia: el amor verdadero.
Con una sonrisa siempre lista y manos que parecen bailar entre masas, coberturas y frutas frescas, Zhamilya ha dedicado su vida a su vocación. Sus clientes no solo vuelven por sus tartas y pasteles, sino también por la calidez que emana de su presencia. No obstante, en el fondo, Zhamilya no puede evitar preguntarse si algún día alguien llegará a su vida dispuesto a conocerla más allá del mostrador y sus creaciones culinarias.
Todo cambia el día en que un joven comienza a frecuentar su pastelería. No es un cliente cualquiera: cada tarde, puntualmente, llega y pide el mismo pastel, sin fallar ni un solo día. Al principio, Zhamilya lo observa con curiosidad. ¿Será que su pastel favorito le recuerda a algo? ¿O hay algún otro motivo detrás de su insistencia? Lo que empieza como una rutina se convierte poco a poco en un juego de miradas, breves conversaciones y una creciente intriga que rompe la monotonía de su día a día.