
Durante años, Bob fue sinónimo de poder absoluto en los bajos fondos. Conocido por su frialdad y su capacidad para manejar negocios ilegales con precisión quirúrgica, logró construir un imperio criminal basado en el tráfico de armas, el lavado de dinero y una red de influencias que alcanzaba hasta las instituciones más respetadas. Nada se movía en la ciudad sin que él lo supiera. Nadie se atrevía a desafiarlo.
Pero todo imperio tiene su punto débil. Y el de Bob no estaba en su organización ni en sus rivales, sino en su propia familia.
El ataque que lo cambia todo no ocurre en una de sus operaciones ni en una disputa territorial, sino en su hogar. Su familia, hasta entonces intocable, es víctima de un atentado violento que deja una marca imborrable en su vida. El autor intelectual del golpe no es un desconocido: es su enemigo más antiguo, alguien que conoce sus movimientos, sus códigos y, sobre todo, sus debilidades.
El atentado marca el comienzo de una nueva etapa para Bob, mucho más oscura y personal. Ya no se trata solo de negocios. Ya no hay negociaciones ni advertencias. Ahora, es una guerra. Mientras intenta proteger lo que queda de su familia, el mafioso se enfrenta al derrumbe paulatino de su red de poder. Algunos socios comienzan a distanciarse, temiendo las represalias. Otros ven en su vulnerabilidad una oportunidad para escalar posiciones. Las autoridades, que durante años miraron hacia otro lado, ahora se acercan con intenciones claras.