En octubre de 1993, una unidad de élite del Ejército de los Estados Unidos fue enviada a Mogadiscio, la capital de Somalia, con el objetivo de capturar a un alto dirigente de la facción somalí, el general Mohamed Farrah Aidid, en el contexto de la devastadora guerra civil que azotaba el país. La misión inicial parecía ser relativamente sencilla y de corta duración, dada la experiencia y equipamiento de las fuerzas especiales estadounidenses, compuestas por los Rangers y los miembros de la unidad Delta Force.
No obstante, lo que debería haber sido una operación rápida y eficaz se convirtió en un enfrentamiento sangriento y prolongado. Desde el inicio, los soldados se enfrentaron a una resistencia mucho más feroz de la que habían anticipado. Las fuerzas leales a Aidid y numerosos combatientes locales, que apoyaban la causa, se levantaron contra los invasores, emboscando a las tropas estadounidenses en un entorno urbano lleno de obstáculos. Las calles de Mogadiscio, destruidas y caóticas por años de conflicto, se convirtieron en un terreno difícil para las operaciones militares.
A pesar de los esfuerzos iniciales, la situación se complicó rápidamente. Lo que parecía una misión puntual de captura se transformó en una batalla prolongada, con las tropas estadounidenses atrapadas en intensos combates y enfrentándose a un enemigo que utilizaba tácticas de guerrilla y conocía bien el terreno. Las bajas aumentaron, y las condiciones en el campo de batalla empeoraron a medida que se sucedían los ataques, incluyendo el derribo de helicópteros, lo que dificultó aún más las operaciones de rescate y evacuación.