
El dolor de perder a un hijo es una carga insoportable, un peso que amenaza con destruir todo a su paso. Para Javier y Mariana, el duelo se ha convertido en un abismo difícil de sortear. Tras la trágica muerte de su hijo, la desesperación ha llevado a Mariana al borde del suicidio, y Javier, desesperado por salvar su matrimonio y encontrar un propósito, se aferra a la idea de restaurar el rancho abandonado de su familia. Para él, este lugar representa la oportunidad de empezar de nuevo, lejos de los recuerdos dolorosos y del vacío que ha consumido su hogar.
Pero su plan no es bien recibido por todos. Su abuela, la dueña del rancho, se opone firmemente a la idea. Para ella, la propiedad no es solo un terreno olvidado, sino un símbolo de la historia familiar, un legado que no está dispuesta a entregar sin luchar. La negativa de la anciana se convierte en un obstáculo que Javier no esperaba, obligándolo a enfrentarse no solo a su dolor, sino también a las raíces profundas de su propia historia familiar.
Mientras tanto, Mariana sigue atrapada en su propia batalla interna. Cada día es una lucha contra la tristeza y la culpa, un peso que amenaza con quebrarla por completo. Javier está convencido de que alejarse de la ciudad y reconstruir el rancho podría ser su salvación, un espacio donde ambos puedan sanar y encontrar sentido a sus vidas nuevamente. Sin embargo, sin la aprobación de su abuela, su sueño parece cada vez más lejano.
La restauración del rancho se convierte en una metáfora de su propio proceso de sanación. Cada pared derrumbada, cada cimiento en ruinas refleja el estado de su relación y su propia alma. Para Javier, reconstruir la casa es también una forma de reconstruirse a sí mismo. Pero convencer a su abuela no será fácil. Tendrá que demostrarle que el rancho no es solo un recuerdo del pasado, sino una oportunidad para el futuro.