
Después de meses de encierro debido a la pandemia de COVID-19, una pareja citadina decide tomarse un respiro y alejarse del estrés acumulado. La experiencia del confinamiento ha dejado huellas en su relación: la convivencia forzada, el miedo al contagio y la rutina agobiante han deteriorado la comunicación y aumentado la tensión entre ellos. Buscando reconectar y recobrar algo de normalidad, eligen pasar un fin de semana en el campo, en una villa rural alejada del bullicio y del encierro.
La casa que alquilan parece el lugar perfecto para comenzar de nuevo: rodeada de naturaleza, espaciosa, luminosa, y con todas las comodidades modernas. Pero lo que más les sorprende es la hospitalidad de los propietarios. Una pareja mayor se ofrece, de forma aparentemente desinteresada, a quedarse con ellos durante la estancia para atenderlos como si fueran huéspedes de un exclusivo hotel boutique. Les preparan comidas caseras, se ocupan de la limpieza y les proporcionan todo tipo de atenciones. Al principio, el gesto se interpreta como una muestra de calidez rural y cortesía.
Sin embargo, a medida que pasan las horas, la presencia de los anfitriones comienza a tornarse inquietante. Lo que empezó como una amable convivencia, pronto se convierte en una situación incómoda e invasiva. Sus comentarios, inicialmente discretos, se tornan personales, y su comportamiento revela un interés desmedido por la pareja invitada. Lo que parecía ser una simple escapada romántica se transforma lentamente en una estancia llena de tensión psicológica, donde la intimidad de los huéspedes se ve cada vez más vulnerada.