Jay, una joven de 18 años, vive una experiencia que cambiará su vida para siempre después de una noche con su novio. Tras tener relaciones sexuales en la parte trasera de un auto, su novio la sorprende atándola a una silla. En ese momento, le revela un oscuro secreto: le ha transmitido una maldición que se propaga a través del sexo. Esta maldición la condena a ser acosada por un espíritu que puede tomar diferentes formas humanas, acercándose a ella lentamente pero con la única intención de matarla.
El espíritu es implacable y, aunque no se mueve rápido, siempre encuentra el modo de acercarse a su víctima. Jay, aterrorizada, pronto comprende que su vida está en peligro constante, sin importar dónde se esconda o cómo intente escapar. La única forma de librarse de esta maldición, según su exnovio, es transmitirla a otra persona a través de otro encuentro sexual. Sin embargo, esta solución plantea un dilema moral que la atormenta.
Desesperada, Jay recurre a sus amigos en busca de ayuda. Juntos, intentan idear un plan para detener al espíritu, pero la amenaza es inminente y sus esfuerzos parecen inútiles frente a la constante persecución. La tensión crece a medida que el espíritu se acerca cada vez más, adoptando diferentes formas que ponen a prueba la cordura y los nervios de Jay y su grupo de amigos.
A medida que la situación se vuelve más desesperada, Jay se enfrenta a decisiones difíciles. ¿Debería salvar su vida a costa de condenar a otro? Mientras el espíritu la sigue, implacable y silencioso, Jay lucha no solo por sobrevivir, sino también por mantener su humanidad en medio del terror que la rodea. Sus amigos, aunque leales, también empiezan a cuestionarse si la solución es realmente pasar la maldición a otro o encontrar alguna manera de romper el ciclo para siempre.
La tensión se intensifica hasta un punto crítico cuando Jay y sus amigos tratan de enfrentarse directamente al espíritu, buscando una forma de detenerlo. Sin embargo, la maldición es más fuerte de lo que imaginaban, y cada intento parece llevarlos más cerca del desastre. Jay se da cuenta de que, a pesar de sus esfuerzos, el peligro nunca desaparecerá mientras la maldición siga activa.
Finalmente, Jay debe enfrentarse a la realidad de su situación: la única forma de estar a salvo es perpetuar el ciclo o encontrar una manera definitiva de poner fin a la maldición, una tarea que podría exigir más de lo que está dispuesta a sacrificar. Con el espíritu cada vez más cerca, el tiempo se agota y Jay deberá tomar una decisión que determinará no solo su destino, sino también el de aquellos a quienes podría transmitir la maldición. En esta lucha contra lo inevitable, la supervivencia se convierte en un juego de moralidad y sacrificio, donde cada elección podría ser la última.