
Después de haber vivido un tiempo en la aldea de los hombres, Mowgli no logra encontrar su lugar. Aunque está rodeado de personas que le ofrecen seguridad y cuidado, el joven siente que algo le falta. El bullicio de la jungla, la libertad del aire salvaje y, sobre todo, la compañía de sus antiguos amigos animales, se han quedado grabados en su corazón. La vida entre los humanos le resulta fría y ajena, demasiado estructurada para alguien que creció entre árboles y ríos.
Movido por la añoranza y el deseo de reencontrarse con su verdadero hogar, Mowgli decide escapar de la aldea. Cree que al regresar a la selva, podrá recuperar todo aquello que dejó atrás: su sentido de pertenencia, su libertad y su felicidad. Sin embargo, su decisión lo lleva directamente al peligro. Lo que Mowgli no comprende es que la selva ya no es la misma, y que su regreso representa un cambio tanto para él como para los que lo rodean.
La selva, aunque familiar, ahora es un lugar más hostil. Los vínculos que antes lo protegían se han transformado. Algunos de sus viejos amigos, como Baloo y Bagheera, lo reciben con cariño y preocupación, pero otros animales lo ven con desconfianza. Para muchos, Mowgli ya no es parte del mundo salvaje, sino alguien que pertenece al mundo de los hombres.