En 1986, el periodista José de Zer y su camarógrafo, apodado «Chango», recibieron una propuesta desconcertante que los llevó a emprender un viaje hacia La Candelaria, un pequeño pueblo ubicado en la provincia de Córdoba, Argentina. La oferta provenía de dos personajes extraños, cuyos motivos y naturaleza eran inciertos, lo que despertó la curiosidad de los dos profesionales. Sin embargo, lo que parecía ser un reportaje común, a lo largo del viaje, se transformó en uno de los eventos más enigmáticos de la historia de la televisión argentina.
Cuando José de Zer y «Chango» llegaron al pueblo de La Candelaria, se encontraron con una escena bastante desoladora: un vasto pastizal quemado, en medio de los cerros. No había signos evidentes de lo que podría haber llamado su atención o justificado la extraña propuesta recibida, pero decidieron seguir adelante, confiados en que algo importante podía estar por revelarse. Los dos hombres no imaginaban que este escenario aparentemente rutinario y sin importancia sería el inicio de uno de los episodios más recordados en el país.
Lo que sucedió a continuación fue una serie de hechos que desbordaron la realidad. En medio de la quietud del lugar y la aparente falta de testigos, se comenzó a gestar una de las creaciones audiovisuales más impactantes de la historia argentina. Un personaje clave en esta historia fue un hombre con una habilidad única para manipular la percepción pública, un auténtico genio mitómano con un talento oculto: la creación de una presencia alienígena que capturó la imaginación de miles de argentinos y dejó una huella imborrable en la televisión.
El hombre en cuestión, cuyo nombre quedaría vinculado al misterio, tuvo la habilidad de generar imágenes y narrativas visuales que convencieron a los espectadores de que lo que estaban viendo en sus pantallas era real. A través de ingeniosos trucos de cámara, efectos visuales y una narrativa elaborada, logró crear la ilusión de la presencia de seres extraterrestres en La Candelaria. No solo impresionó a los televidentes, sino que también sembró un sinfín de teorías sobre la existencia de vida más allá de nuestro planeta.
El impacto fue tal que, durante los días siguientes, la población y los medios de comunicación comenzaron a hacer eco de la noticia, buscando una explicación racional o científica sobre lo ocurrido. Algunos se inclinaron hacia teorías de contacto alienígena, mientras que otros comenzaron a dudar de la veracidad del material presentado. Sin embargo, lo cierto es que nadie pudo negar la magnitud de la creación audiovisual que, por un tiempo, fue considerada uno de los fenómenos más impactantes de la televisión nacional.
La importancia de este hecho radica no solo en la creación de un fenómeno televisivo, sino también en la reflexión sobre cómo los medios de comunicación y las imágenes pueden manipular la realidad. Lo que comenzó como una visita a un pueblo olvidado se transformó en una lección sobre la fragilidad de la verdad en un mundo donde las imágenes, incluso las más inverosímiles, pueden ser presentadas de manera tan convincente que desdibujan la línea entre lo real y lo ficticio. La historia de La Candelaria perdura en la memoria colectiva, y su legado sigue siendo tema de conversación entre aquellos que presenciaron el fenómeno o lo descubrieron en los años posteriores.