
Durante el crudo invierno de 1943, mientras Europa entera se encontraba envuelta en el caos de la Segunda Guerra Mundial, en lo alto de los Pirineos andorranos se desarrollaba una historia de resistencia silenciosa y coraje humano. En un pequeño y aislado pueblo de Andorra, Sara y Antoni vivían una vida sencilla marcada por el frío, la rutina y las noticias que llegaban desde los frentes de batalla. Aunque alejados de los grandes centros de conflicto, no eran inmunes a las consecuencias de la guerra que asolaba el continente.
Cada día traía nuevas noticias sobre la ocupación nazi, los avances del ejército alemán y la persecución de comunidades enteras, especialmente la judía. A pesar del miedo generalizado, muchas personas en esta remota región se convirtieron en eslabones clave de una red de solidaridad. Tal es el caso de Sara y Antoni, cuya vida dio un giro inesperado con la llegada de su amigo Sendo, un conocido guía de montaña que colaboraba con redes clandestinas de ayuda a refugiados.
Sendo no venía solo. Con él llegaban varios judíos que huían desesperadamente del horror nazi. La frontera natural de los Pirineos, aunque peligrosa, ofrecía una vía de escape hacia la neutralidad andorrana o la España franquista, en espera de mejores destinos. Sara y Antoni, enfrentados al dilema entre su seguridad personal y la vida de los perseguidos, decidieron ofrecer refugio a los fugitivos. Su casa se convirtió en escondite, y su tranquilidad, en riesgo permanente.