
En una ciudad conocida por sus luces brillantes, su vida nocturna vibrante y su ambiente lleno de posibilidades, Las Vegas esconde historias que van más allá del glamour y el entretenimiento. Una noche aparentemente común en esta metrópoli del desierto de Nevada se convierte en el escenario de un suceso aterrador que pone en jaque la tranquilidad de quienes se cruzan en su camino.
Todo comienza con la entrada de un hombre muy particular a una tienda de empeños local. Este individuo, marcado por sus cicatrices y amputaciones —pues camina con una sola mano, un solo ojo y una sola pierna—, lleva consigo una estatua pequeña pero inquietante: un Leprechaun. Esta figura no es un simple adorno, sino una pieza que contiene una energía oscura y peligrosa, reflejada en la mirada malévola que parece tener el pequeño ser.
El dueño de la tienda, un hombre pragmático y quizás demasiado confiado, no presta mucha atención a los detalles que acompañan al extraño visitante ni a la naturaleza siniestra de la estatua. Con un gesto rápido, retira un medallón que sujetaba al Leprechaun, sin sospechar que con este simple acto liberaba una fuerza oscura que estaba contenida dentro de la figura.
Lo que sigue es una serie de eventos aterradores: el Leprechaun, ahora libre, se convierte en un ser asesino que acecha y elimina a cualquiera que se acerque a él. Su maldad y sed de venganza desatan el caos en el entorno, transformando lo que pudo ser una noche normal en un episodio de terror absoluto para los habitantes y visitantes del lugar.