
El 2 de julio marca el inicio de una de las mayores crisis que ha enfrentado la humanidad. Un gigantesco objeto no identificado entra en la órbita terrestre, revelándose como una nave nodriza alienígena de proporciones colosales. Pronto, esta nave despliega múltiples vehículos en forma de platillo, conocidos como destructores, que descienden sobre las principales ciudades del planeta. Su llegada no es amistosa: en cuestión de horas, las metrópolis más importantes del mundo son reducidas a escombros mediante ataques devastadores y sincronizados. El caos y la desesperación se apoderan de la población mundial ante una amenaza nunca antes vista.
El 3 de julio, con millones de vidas perdidas y gran parte de la infraestructura global destruida, las fuerzas armadas de los Estados Unidos intentan un contraataque. Sin embargo, sus esfuerzos se ven frustrados por la avanzada tecnología de los invasores. Los escudos defensivos de las naves enemigas resultan impenetrables, y la ofensiva humana fracasa estrepitosamente. El panorama es sombrío, y la humanidad parece estar al borde de la extinción.
Pero la esperanza resurge cuando un grupo de científicos, soldados y expertos en tecnología conciben un audaz plan para revertir la situación. Aprovechando una vulnerabilidad descubierta en los sistemas alienígenas, se diseña una estrategia que consiste en infiltrarse en la nave nodriza en el espacio. El objetivo: introducir un misil nuclear en su interior, en un intento desesperado por desactivar las defensas de los destructores y dar a la humanidad una última oportunidad para luchar.
El 4 de julio, fecha emblemática para los estadounidenses, se convierte en el símbolo de una lucha global por la libertad y la supervivencia. Mientras la nave infiltrada viaja rumbo al corazón del enemigo, las fuerzas aliadas en la Tierra se preparan para un ataque final coordinado. El destino del planeta depende del éxito de esta misión casi suicida.