Michael, un mecánico de 30 años, asegura haber tenido una revelación divina mientras caminaba por el desierto. Sin embargo, sus vecinos no creen en su experiencia y lo consideran el «loco del pueblo». A pesar del rechazo social, él sigue convencido de su misión. Un día, recibe la noticia de que un amigo de la infancia ha sufrido un grave accidente en un pueblo lejano. Decidido a ayudarlo, Michael abandona su vida cotidiana y emprende un peregrinaje a pie, descalzo, convencido de que puede sanarlo a través de un milagro.
A medida que avanza por el desierto chileno, la marcha de Michael empieza a llamar la atención de personas de las comunidades cercanas, muchas de ellas afectadas por la explotación minera y la adicción a las drogas. Para estos habitantes, él se convierte en una figura mesiánica, un Cristo moderno capaz de brindarles esperanza en medio de su dura realidad. El hombre descalzo que atraviesa el desierto es visto por algunos como un símbolo de resistencia, mientras otros lo consideran una manifestación de fe capaz de aliviar su sufrimiento.
La peregrinación de Michael se transforma en un fenómeno que va más allá de su intención original de sanar a su amigo. Su travesía se convierte en una especie de protesta silenciosa contra las injusticias sociales que afectan a las personas de la región, especialmente aquellas atrapadas en un ciclo de explotación y desesperación. Lo que comienza como un viaje personal de fe se convierte, para muchos, en un símbolo de lucha contra la opresión y la esperanza de un cambio. A través de su caminar, Michael se erige como un faro de esperanza para aquellos que viven en un entorno árido tanto física como emocionalmente, demostrando que incluso en la adversidad, la creencia en un milagro puede ofrecer consuelo y fuerza.