Ana maneja con seriedad y frustración. Mateo, su esposo, le sugiere que den la vuelta. Regresan al lugar donde han dejado a su hijo de siete años, pero al llegar, descubren que no está. La angustia se apodera de ellos al salir del coche, pues solo han pasado un par de minutos desde que lo dejaron. La desesperación se apodera de Ana y Mateo, mientras buscan entre las sombras, llamando su nombre con creciente temor. La escena se convierte en un torbellino de emociones y preguntas sin respuesta, donde cada segundo se siente como una eternidad. ¿Dónde podría estar su pequeño? La incertidumbre crece, y la pareja se enfrenta a la cruda realidad de la pérdida momentánea, una situación que podría cambiar sus vidas para siempre.