
En el vasto universo de Dragon Ball Z, pocos villanos han encarnado una amenaza tan directa y oscura como Slug, un antiguo y poderoso hechicero namekiano. Su historia comienza mucho antes de su llegada a la Tierra, cuando fue desterrado de su planeta natal, Nameku, debido a sus actos malvados y su creciente obsesión por el poder. Durante siglos, Slug vagó por el espacio, envejeciendo lentamente pero manteniendo viva una ambición sin límites: dominar mundos enteros y moldearlos a su voluntad.
El plan de Slug cobra forma cuando su nave aterriza en la Tierra, acompañado de un ejército de temibles demonios. Su objetivo es claro: reunir las legendarias esferas del dragón. Estas poderosas reliquias, capaces de conceder cualquier deseo, son la clave para recuperar su juventud perdida. Más que una simple vanidad, su deseo rejuvenecedor le permitiría desatar todo su potencial destructivo, convirtiéndose en una amenaza casi imparable para la humanidad.
Pero sus intenciones van más allá de lo personal. Slug no busca solo la juventud eterna; quiere transformar la Tierra en un entorno compatible con su ejército demoníaco, un mundo oscuro y hostil, alejado del equilibrio natural. Para ello, no duda en usar tecnología alienígena, magia negra y su fuerza descomunal. El planeta comienza a sufrir los estragos de su presencia: cambios en el clima, destrucción masiva y un temor que se extiende entre sus habitantes.