
Mitch Weaver (MacDonald) no está pasando por su mejor momento. Después de perder su decimocuarto trabajo en apenas tres semanas y sufrir el abandono de su novia, la vida parece no darle tregua. Sin embargo, el mayor desafío lo enfrenta cuando el padre de su mejor amigo (Jack Warden) necesita un trasplante de corazón urgente. Para salvarle la vida, Mitch y su amigo deben conseguir 50.000 dólares, una cantidad que está fuera de su alcance debido a su falta de trabajo y recursos.
En su desesperación, Mitch se ve obligado a hacer un trato con un cirujano corrupto, interpretado por Chevy Chase, quien tiene sus propios problemas con las apuestas. La única forma de obtener el dinero necesario para el trasplante es encontrar una manera rápida y efectiva de reunir esa suma, lo que parece una misión casi imposible. Sin embargo, la creatividad de Mitch y su amigo les ofrece una salida. Aprovechando su astucia y su habilidad para la venganza, idean una forma poco convencional de ganar dinero: ofrecer servicios de venganza a cambio de una compensación económica.
La idea es simple pero efectiva: vengar a aquellos que buscan hacerle pagar a alguien por un mal que les haya hecho. Desde colocar prostitutas muertas en autos hasta hacer que una casa huela a pescado podrido, Mitch y su amigo se convierten en expertos en el arte de la venganza. Lo que comienza como una solución para salir del apuro rápidamente se convierte en un negocio que, aunque moralmente cuestionable, empieza a darles frutos. Pero las complicaciones no tardan en llegar.
Un millonario, cliente de los servicios de venganza de Mitch, se niega a pagar después de que el trabajo se haya llevado a cabo correctamente. Esto desencadena un enfrentamiento entre los vengadores y el millonario, que pronto descubrirá que no se debe jugar con personas como Mitch y su amigo. En este mundo donde la moral es flexible y las reglas son claras solo cuando hay dinero de por medio, los dos amigos no dudan en hacer que el millonario pague las consecuencias de su incumplimiento.