Beauvillier, un dominio perdido en el corazón de la campiña francesa, era para Andrew Blake el lugar de los recuerdos felices, del amor que compartió con su difunta esposa. Desde su desaparición, Andrew, abatido por el dolor, deambula sin rumbo, incapaz de encontrar ninguna motivación para seguir adelante. Sin embargo, un día, un último impulso lo lleva a dejar Londres y regresar a Francia, a ese dominio que fue escenario de tantos momentos preciados. Espera encontrar una forma de paz reviviendo los recuerdos de su pasado.
Pero este viaje, que debía ser un retorno a sus orígenes, toma un giro inesperado. Al llegar al dominio de Beauvillier, Andrew se encuentra en una situación mucho más compleja de lo que había imaginado. Para poder quedarse, se ve obligado a aceptar un puesto de mayordomo provisional, sin preparación ni aviso previo. Una posición que parece tan absurda como incongruente, pero que le ofrecerá una perspectiva completamente nueva sobre su propia vida.
El dominio, que parecía ser un lugar de tranquilidad, oculta una realidad mucho más extraña y perturbadora. Andrew conoce primero a la señora Beauvillier, la dueña del lugar. Su comportamiento peculiar, casi extraño, así como sus relaciones aparentemente misteriosas, no dejan de intrigar al nuevo mayordomo. El ambiente de la casa está marcado por una serie de personajes coloridos, cada uno con sus propios secretos y dolores. Odile, la cocinera de carácter fuerte, resulta ser una mujer fuerte, pero con una cierta amargura que oculta una vida marcada por sacrificios. Philippe, el mayordomo algo excéntrico, vive como un ermitaño en una zona aislada del parque, pareciendo desconectado del mundo, mientras que Manon, la joven empleada del hogar, se encuentra en un momento crucial de su propia existencia.
Cada uno de estos personajes está perdido a su manera, al igual que Andrew. El dominio de Beauvillier, con su atmósfera peculiar y sus habitantes fuera de lo común, se convierte para él en un microcosmos en el que deberá reinventarse. Si al principio ya no esperaba nada de la vida, este extraño lugar y estos encuentros inesperados lo obligarán lentamente a enfrentarse a sus propias heridas y demonios. Lejos de sus puntos de referencia habituales, Andrew se verá forzado a cuestionarse a sí mismo y redescubrir el sentido de la existencia.
En este entorno donde la soledad y los secretos parecen reinar, los personajes se cruzan, se chocan y, a veces, se apoyan mutuamente. Poco a poco, Andrew entenderá que el dominio, aunque sea un lugar de recuerdos felices, también es un espacio donde se reconstruyen vidas. Este viaje no será solo un regreso a las raíces, sino también una oportunidad de transformación personal. Mientras se dispone a redescubrir lo que se puede esperar de la vida, Andrew Blake comprenderá que, a veces, hay que perderlo todo para poder comenzar de nuevo.