Julián y Clara viven en la Ciudad de México junto a su hijo de ocho años, Juliancito. A pesar de parecer una familia común, su hogar está marcado por constantes disputas y confrontaciones. El matrimonio está atrapado en una dinámica de peleas diarias en las que ambos intentan imponerse, buscando siempre tener la última palabra. Este ambiente tenso de conflictos se convierte en un elemento central en su vida cotidiana, lo que afecta no solo su relación de pareja, sino también la vida de su hijo.
Juliancito, un niño sensible y perceptivo, comienza a mostrar signos de angustia debido a la violencia emocional que presencia en su hogar. Las peleas entre sus padres generan un entorno de inseguridad que lo afecta profundamente. En la escuela, sus calificaciones caen, y su comportamiento con sus compañeros también cambia. El pequeño, antes extrovertido y amigable, comienza a aislarse, teniendo dificultades para relacionarse con otros niños. Las discusiones constantes entre sus padres se reflejan en su desempeño académico y social, mostrando cómo el estrés familiar puede influir negativamente en el desarrollo de un niño.
La situación que vive Juliancito es un claro ejemplo de cómo el ambiente familiar puede influir en el bienestar de los menores. El conflicto constante y la violencia emocional a la que está expuesto lo convierten en un niño más introvertido, con problemas para adaptarse a su entorno. Las malas calificaciones y el distanciamiento de sus compañeros son solo algunas de las consecuencias visibles de un problema mucho más profundo: la falta de estabilidad y armonía en su hogar.