
En abril de 2009, un hecho sin precedentes sacudió a la comunidad marítima internacional y captó la atención del mundo entero: el buque mercante estadounidense Maersk Alabama fue secuestrado por piratas somalíes a 145 millas de la costa de Somalia, en pleno océano Índico. Este incidente marcó un punto de inflexión, ya que fue el primer secuestro de un barco estadounidense por piratas en más de dos siglos.
El Maersk Alabama, dedicado al transporte de ayuda humanitaria y cargamentos comerciales, navegaba bajo el mando del capitán Richard Phillips, un experimentado marino de la marina mercante de Estados Unidos. Mientras transitaba por una de las rutas más peligrosas del mundo —debido al auge de la piratería en la región del Cuerno de África—, el barco fue interceptado por un grupo de jóvenes armados procedentes de Somalia, un país que desde hacía décadas vivía sumido en el caos político y la pobreza extrema.
Los piratas abordaron el navío con la intención de exigir un rescate millonario por la tripulación y la carga. Sin embargo, el capitán Phillips tomó una decisión valiente: se ofreció como rehén para proteger a sus hombres, quienes lograron refugiarse en una zona segura del barco. Esta acción le otorgó tiempo a la tripulación para pedir ayuda y evitar una tragedia mayor.
La situación se tornó tensa y prolongada, desencadenando una operación de rescate encabezada por la Marina de los Estados Unidos. Tras varios días de negociaciones y maniobras estratégicas, fuerzas especiales intervinieron en una operación quirúrgica que logró liberar al capitán Phillips, quien fue rescatado sano y salvo, aunque visiblemente afectado por la experiencia.