
En la década de 1950, Hollywood vivía una época de esplendor, pero también de retos. Entre los muchos soñadores que intentaban dejar su huella en la industria del cine se encontraba Mike Todd, un productor de Broadway con una visión audaz: llevar a la pantalla grande la clásica novela de Julio Verne La vuelta al mundo en 80 días. Sin embargo, transformar ese ambicioso proyecto en una realidad no fue tarea fácil. Todd enfrentó numerosos obstáculos, desde la falta de financiamiento hasta el escepticismo de los estudios. Su sueño parecía a punto de desvanecerse, hasta que un encuentro inesperado cambiaría el rumbo de su historia —y del cine— para siempre.
Mientras tanto, en México, un joven comediante conocido como Mario Moreno, aunque más famoso por su entrañable personaje «Cantinflas», luchaba por obtener reconocimiento más allá de los escenarios nacionales. A pesar de su inmenso talento y carisma, Moreno aún no era tomado en serio por la industria cinematográfica internacional. No obstante, su perseverancia y su capacidad para conectar con el público le abrieron poco a poco nuevas oportunidades.
El destino cruzó los caminos de Todd y Moreno en un momento crucial. Todd, en busca de una figura capaz de atraer audiencias globales, vio en Mario Moreno no solo a un actor cómico, sino a una estrella en potencia. Convencido de que su participación daría un giro positivo al proyecto, lo invitó a formar parte de su película. La química profesional entre ambos resultó ser la clave del éxito.